A ti, que sin saberlo, encendiste mi voz
- María Victoria Garzón
- 1 ago 2020
- 2 Min. de lectura
Hoy la vida me volvió a recordar que nuestro tiempo aquí en la tierra es limitado y que no siempre vamos a tener el lujo de decir: "mañana lo hago", "más adelante lo busco", "cuando tenga la oportunidad le digo".
Así que ahora estoy aquí, reprochándome con mucha tristeza no haberle dicho a uno de los mejores profesores que tuve, lo mucho que hizo por mí...

Bairon Valle Pinargote no solo fue mi profesor de Lenguaje y Literatura en una de las épocas más complicadas de mi vida, cuando aún era una adolescente tímida e insegura. Fue también una de las piezas clave que despertaron en mí la confianza que me faltaba para reconocer y potenciar una de mis mayores habilidades, y convertirme en lo que soy ahora.
Recuerdo que antes de él, el colegio era para mí un lugar poco llamativo, con clases monótonas, tareas sin propósito y teorías que no siempre necesitabas entender, pero sí memorizar; como robots repitiendo datos sin comprender el verdadero propósito y significado detrás de cada uno.
Pero cuando él llegó, todo cambió; y sus horas de clases se volvieron las más felices y esperadas de la semana. Realmente me fascinaba escucharlo hablar con tanta pasión, aprender sobre los libros que había leído y su manera de hacernos reflexionar y entender lo poderosas que son las palabras. Gracias a él descubrí el valor de la comunicación efectiva, y hoy, como profesional en esta rama, sigo creyendo que una frase bien dicha puede transformar una vida.
Imagino que él nunca supo lo mucho que me inspiraban sus enseñanzas, ni lo orgullosa y valiosa que me hizo sentir cuando, luego de revisar uno de mis escritos, me felicitó ante todo el salón por mi forma de escribir, comparándola con la de Homero (el autor de La Ilíada y La Odisea). Probablemente para él, ese comentario solo fue una simple felicitación, pero para mí, esas palabras fueron el botón de encendido que me hizo comprender el potencial que hasta entonces tenía escondido dentro de mí... Gracias a esto comencé a sentirme más segura y valiosa, y empecé a vencer poco a poco mi timidez, a entender que tenía un talento y que debía cultivarlo.
Tengo muchas anécdotas más por contar sobre él, pero en esta ocasión solo quería enfocarme en mostrarles cómo la huella de un buen maestro no se borra jamás, y cómo puede dejar —como en esta historia— frutos y una admiración total.
Lamentablemente, a este gran profesional jamás le pude decir todo esto, ya que falleció hace poco, víctima del COVID. Pese a ello, guardo la esperanza de que, aunque no se lo haya dicho, lo haya podido sentir en su corazón.
Reflexión:
Nunca dejen para mañana lo que pueden hacer hoy, ni ese "gracias", ese "te quiero", ese "te valoro" o "te admiro". Perdamos el miedo o la vergüenza de expresarnos, de decir lo que sentimos, sobre todo cuando se trate de palabras de aliento, cariño o admiración.
Es cierto, la huella de un buen maestro no se borra jamás.